"Lo abstracto hay que verlo de forma abstracta"
Artista granadino nacido en el S.XX que ha viajado a distintos puntos de Europa con el fin de completar su aprendizaje. Se podría decir que es un artista muy influido por la obra de Henri Matisse y Pablo Picasso. La importancia del color y el cubismo para el artista se entremezcla con los paisajes y la realidad que vive, aportando grandes dosis de vitalidad y expresividad.
Esta felicidad cromática y compositiva, propia de los fauvistas se verá modificada en la obra de Guerrero por su marcha al nuevo continente. Tal proceso de abstracción lleva en Nueva York que conduce su obra al campo de la abstracción biomórfica, esa tendencia a crear obras que evocan a los análisis realizados en microscópicos. Por los años sesenta vuelve a modificar su registro, incorporando trazos más robustos, esquizofrénicos diría yo, motivo del goce del momento.
El punto de conexión entre Manuel Rivera y José Guerrero es que trabajan la abstracción y surgen de un trabajo academicista, culminando en su propia identidad como artistas.
A continuación voy a realizar un breve comentario personal de una selección de obras del artista.
La aparición, 1946 Óleo sobre lienzo 70 x 90 cm |
Esta obra representa, a mi juicio, dos escenas dentro del mismo espacio. Se trata del antes y el después de este pueblo tradicional, de costumbres abigarradas.
A nivel cromático podemos decir que se enmarca dentro del fauvismo, con presencia impresionista, donde se ve cual es la zona de la obra que se puede definir como alegre o que corresponde con el antes y cual es la más fría o con el después. Se utilizan tonos complementarios y con gran carga matérica para potenciar la escena. También se delimitan unos tonos con otros a través del contorno, influencia de Matisse.
Si analizamos la obra a nivel compositivo podemos decir que está dividida por un marcado eje vertical con una línea oblicua para dar sensación de profundidad. Si trazamos líneas horizontales imaginarias podemos ver que la zona de las montañas se corresponde con las ventanas, las cruces coinciden, la línea que va desde el pueblo a las monjas, la del suelo y la del difunto con las flores.
Simbólicamente he de decir que puede tener muchas lecturas pero, en mi caso, podemos decir que el sol simboliza el yin y el yang, como equilibrio de la obra. La mancha roja del cielo como ave fénix que, al morir, resurge de las cenizas, símbolo de la reencarnación. También puede ser interpretado como espíritu del difunto o como la muerte que se va a llevar su alma. La estructura me recuerda a la Anunciación de Fra Angelico. En cuanto a las mujeres podemos observar que están de luto. ¿porqué no hay ningún hombre?
Las flores como símbolo de la alegría, la vida, en contraposición con el difunto, el cual lleva tres colores característicos. El verde en la parte inferior y el azul en la superior como referencia al dualismo cartesiano, en el que el ser humano es un compuesto de mente y cuerpo. Para Descartes, ésta es la base para demostrar la independencia mental y la inmortalidad del alma. El tono azul oscuro que se distingue en la esquina inferior derecha de la obra nos remite a que esa persona pertenece al pueblo (los tejados son del mismo color) y el rostro y la camiseta son del tono de la montaña, el yin-yang y el ave fénix.
Panorámica de Roma, 1948 Óleo sobre lienzo 87 x 184 cm |
Esta obra junto con la anterior me hacen sentirme plenamente bien, debido a que me veo reflejada en ciertos aspectos. Pienso que cada color que se utiliza cuando se está representando algo es único, pues esa luz y ese estado del objeto lo es. Eso es lo que ocurre con este paisaje. Simplemente fascinante.
Una forma muy alegre y objetiva, a mi modo de entender la realidad, de representar el mundo.
Se trata de un atardecer, debido a los tonos anaranjados propios del escondite del sol. En las puestas de sol el tono es más rosado.
Obra trabajada como los fauvistas: no dibuja y pinta, sino que sólo pinta. Influido por Matisse. El cielo está trabajado por manchas más o menos homogéneas. El resto tiene un tratamiento planimétrico con colores muy vibrantes y luminosos. Me cuestiono a nivel personal y artístico si verdaderamente soy sinestética, aunque sea en grado mínimo, debido a que noto de forma muy radical desde hace algún tiempo que veo la realidad diferente a como lo ve el resto de personas.
Albaicín, 1962 Óleo sobre lienzo 178 x 168 cm |
Juega con la mancha, con el vacío de la pintura, con el gesto, queriendo apartar esa visión lógica que tenemos metida en nuestra mente como si fuese un microchip que no podemos extraer. Se produce un estrés provocado por el color, una esquizofrenia entre el artista y la obra. Lo interesante es el proceso, no el resultado.
Ascendentes, 1954 Óleo sobre lienzo 182 x 84 cm |
No hay comentarios:
Publicar un comentario